Qué es y cómo tratar una rotura fibrilar

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La rotura fibrilar, también conocida como desgarro muscular o rotura de fibras, es un tipo de lesión bastante frecuente en la práctica deportiva.

Consiste en la rotura de varias de las fibras que componen un músculo, por lo que su gravedad y el tiempo de recuperación dependerá del número de fibras que se han roto y del músculo que se ha dañado.

La rotura fibrilar se suele producir por una elongación o contracción con elongación muy brusca del músculo o por forzarlo a un esfuerzo superior a su capacidad. Es más común en los gestos explosivos, rápidos o que implican cambios de ritmo, por lo que generalmente afecta más a las piernas. Entre las roturas fibrilares más comunes están la de cuádriceps, gemelo, isquiotibiales y aductores, pero pueden producirse en cualquier músculo, por lo que tampoco es extraño que se den en los abdominales o en los brazos.

La rotura fibrilar del gemelo (técnicamente llamado gastrocnemio), por ejemplo, es muy frecuente entre los jugadores de tenis, por lo que también se la llama popularmente “pierna del tenista”. Los isquiotibiales se dañan más en deportes de velocidad o salto. Entre los futbolistas la rotura fibrilar del cuádriceps e isquiotibiales son las más habituales .

Síntomas de la rotura de fibras

Las roturas de fibras se clasifican en tres grados, dependiendo de la extensión de los daños. La más frecuente es la de grado leve, con roturas microscópicas de las fibras. La de grado 2 o parcial implica una rotura de alrededor del 20% de las fibras musculares y en la de grado 3 el músculo sufre una rotura total, separándose ambos extremos. En este último caso se necesita de intervención quirúrgica para unir y suturar los extremos del músculo roto.

Los síntomas de la rotura fibrilar son muy fáciles de reconocer. Se caracterizan por un dolor brusco, intenso y repentino que muchos describen como un tirón o como la sensación de un impacto (signo de la pedrada), y que en ciertos casos puede incluso generar mareos y sudores fríos. En los casos graves puede provocar un bloqueo muscular que impide el movimiento a causa de la contracción de los músculos adyacentes.

La rotura fibrilar también puede causar hematomas debido a la rotura de los vasos sanguíneos del músculo. Estos suelen aparecer tras varias horas o días después de haberse producido la lesión y habitualmente en una zona más caudal de donde se produce la lesión

Causas de la rotura fibrilar

Existen diferentes causas aunque las más frecuentes son realizar ejercicio sin un calentamiento adecuado o realizar movimientos bruscos, provocando que el músculo se estire más de lo normal. También pueden producirse por un traumatismo directo sobre la zona.

Los factores que potencian el riesgo de rotura fibrilar son:

    El sedentarismo, que provoca una debilidad del tejido muscular.

    Una mala circulación arterial y venosa que provoca que llegue menos oxígeno al músculo, produciendo una acumulación del ácido láctico y haciendo que las fibras musculares sean más propensas a romperse.

    Una nutrición o hidratación deficientes.

    Enfermedades metabólicas como la diabetes.

Tratamiento de la rotura fibrilar

Aunque las lesiones musculares como las roturas de fibras no suelen dejar secuelas, sí es importante tratarlas de una forma profesional y adecuada si no se quieren tener recaídas frecuentes.

El tratamiento de la rotura fibrilar suele implicar reposo activo durante los dos o tres primeros días para evitar que se agrave la lesión, manteniendo la extremidad lesionada en una posición elevada. También está recomendado aportar una cierta compresión o kinesiotape para favorecer el retorno venoso y el drenaje, pero sin inmovilizar el músculo. La aplicación de frío con hielo o bandas de gel contribuyen a reducir la inflamación y calmar el dolor.

La rehabilitación con los estiramientos y actividad pautados y supervisados por un profesional, suele debe hacerse de forma suave y hasta el punto en el que el propio músculo permita y siempre sin dolor.

La electroestimulación para la rotura fibrilar también es muy efectiva. En nuestro centro de fisioterapia la tratamos combinando la Neuromodulación Percutánea y la Electrólisis Percutánea Ecoguiada EPI®.

EPI y neuromodulación en las roturas fibrilares

La EPI o Electrólisis Percutánea Muscular es una técnica de fisioterapia invasiva especialmente desarrollada para lesiones difíciles o crónicas. Consiste en la aplicación de una corriente galvánica en el punto exacto de la lesión a través de una aguja muy fina y con la ayuda de un ecógrafo para guiarla. La corriente activa un proceso antiinflamatorio en el tejido dañado para regenerarlo. Es una técnica muy efectiva en las lesiones del músculo, como las roturas de fibras, estimulando la reparación tisular y la actividad metabólica de reparación.

Esta técnica se suele combinar con la Neuromodulación Percutánea Ecoguiada que, también a través de una aguja ecoguiada y una corriente de baja frecuencia estimula el sistema nervioso y el músculo para reducir el dolor y la tensión en la zona, mejorando su movilidad.

Ambos tratamientos se suelen combinar en un ciclo de tratamiento de 4 sesiones que también incluyen ejercicios dinámicos. Los resultados acostumbran a ser evidentes ya desde la primera sesión, permitiendo que no sea necesario un parón completo en la actividad física o cotidiana.

Es muy importante realizar dicho tratamiento de forma ecoguiada, ya que la visión ecográfica nos permite trabajar en el lugar exacto de la lesión

Prevenir roturas fibrilares

La forma más efectiva de prevenir roturas fibrilares es realizando un calentamiento dinámico adecuado antes de practicar cualquier deporte o ejercicio. También es importante descansar el tiempo suficiente entre los diferentes ejercicios, adaptar la intensidad de los mismos  a nuestras capacidades y adoptar unos hábitos nutricionales adecuados.

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